Cuántas veces hemos sentido
que ya no podíamos más, que habíamos llegado al límite de nuestras fuerzas, que
no aguantaríamos un nuevo golpe y que por lo tanto, no tardaríamos en
derrumbarnos. Y sin embargo, estamos aquí. No sabemos muy bien cómo pero
conseguimos terminar esa etapa del camino.
Caminos, hay tantos como
personas, y cada camino tiene tantas bifurcaciones como sueños tiene esta
persona. El principio siempre es fácil, recorrer los primeros kilómetros es
bonito, agradable y llevadero. Vas acompañado, en piña, arropado por tus
amigos, familia, conocidos… Y estamos tranquilos, despreocupados. El camino es
llano y apenas hay piedras a tu paso, pero si por algún casual tropezamos
sabemos que ellos estarán ahí para levantarnos, y esa sensación es tan
agradable… te sientes tan protegido y querido… Desearías que siempre fuese así.
Pero por desgracia, no lo es. Al poco tiempo empiezas a ver como discretamente
cada vez hay menos personas a tu lado. Al principio casi ni lo notas, eran
gente lejana, a los que apenas conocías, y apenas piensas en ello. Pero de
repente, un día descubres que esa
persona especial ya no está, ya ha tomado su bifurcación, ya no está contigo. Y
cada vez son más y más los que van tomando su propia dirección.
Pasa el colegio, el
instituto,…la universidad,…Y de repente te encuentras volando solo. Y sientes
miedo y soledad. También te sientes libre, pero ese sentimiento se ve aplastado
por los dos primeros, temes no ser capaz, te asusta caer. Por eso batirás con fuerza
las alas y pronto sentirás que tus fuerzas se agotan, que ya no puedes más, que
en el momento en el que el viento deje de soplar, te precipitarás al vacío.
Pero no debemos tener miedo, porque después de todo es para lo que nos hemos
estado preparando todo este tiempo. Y es entonces cuando ocurre, el viento
cesa, pero no caes, sigues en el aire, volando. En algún momento, en medio de
todo el miedo y estrés, una parte de nosotros ha tirado hacia delante con la
vista fija en la meta y hemos conseguido salir adelante. Y ahora nos
encontramos un paso más cerca de nuestros sueños.
Claro que en el momento,
nunca nos acordamos de las veces en las que lo hemos conseguido. De eso se
encargaban los amigos y familia, de recordarnos nuestro potencial, de ayudarnos
a encontrar de nuevo el camino. Y ahora que estamos solos sentimos que el norte
ha desaparecido. Y esa es una de las razones por las que les extrañamos.
Miramos atrás y vemos cómo era todo antes. Sentimos nostalgia, se nos empañan
los ojos, querríamos volver atrás, solo un momento, para decirles una vez que
les queremos. Pero eso no es posible.
A la gran mayoría es muy
posible que no volvamos a verles, pero probablemente ese pequeño grupo de personas vuelva a cruzarse en nuestro camino.
Habrá pasado tiempo, habremos cambiado, madurado, habremos vuelto a ser niños,
pero nos daremos cuenta de que esa chispa que saltaba entre nosotros no se
apagado. Ese día ya no les necesitaremos como antes, pero disfrutaremos incluso
más de su presencia, porque esta vez no temeremos su partida, porque esta vez
sabemos que podemos sobrevivir solos, y aguantar su ausencia hasta que nuestros
caminos vuelvan a cruzarse.
Pero por si acaso el camino se alarga, no esperes a mañana para decirles “te quiero”, porque es posible que mañana ellos ya hayan alzado el vuelo y sigan ya su propio camino.
Pero por si acaso el camino se alarga, no esperes a mañana para decirles “te quiero”, porque es posible que mañana ellos ya hayan alzado el vuelo y sigan ya su propio camino.
No temas seguir tu camino en
la vida, no temas hacerlo solo, porque recuerda que el mundo es una red de
caminos, acabarás reencontrándoles.
Inés Sanchez